Crux II representa un sacrificio contemporáneo, donde el peso del poder y la falta de identidad se entrelazan. Una figura despojada de rostro, coronada y crucificada, denuncia las tensiones entre el ego, la sociedad y la redención personal.

“En Crux II, cuestiono lo que significa ser elevado a costa de perderse a uno mismo. La corona no es un símbolo de gloria, sino de opresión, un peso que nos encadena a las expectativas del mundo. En este sacrificio contemporáneo, quiero hablar de cómo la identidad es absorbida por las estructuras que aparentan glorificarnos, pero terminan despojándonos de todo lo que somos.”